lunes, 21 de abril de 2014

Troya ardió aquel día.

Siempre fuiste como todos, tratando de sonreír, aún con el corazón roto, con las miles de lágrimas derramando por tus suaves mejillas. Y mi mano toca el dulce tacto de tu piel, pero ya no siento lo mismo, ahora es un escalofrío el que recorre mi cuerpo, el que me impide moverme y avanzar. Y sigo estando triste y con miedo, y el dolor me parte el alma en dos, como en aquel frío invierno, en que troya, la cual parecía invencible, acabó sucumbiendo y perdiendo todas sus fuerzas. Y de ella ya no queda nada, unas simples cenizas, recuerdos que permanecerán en la memoria, historias enterradas, que ardieron con el fuego del miedo, ahora está poblada de dolor. Porque sí, troya ardió aquel día, pero yo, todavía sigo viva.

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